Para abandonar Bree, los hobbits no tuvieron más remedio que recurrir a él por ser el único propietario de un poney dispuesto a vendérselo, aunque por el triple de su valor normal (doce centavos de plata), además el animal había sido maltratado y se encontraba en un estado físico lamentable. Posteriormente Bill el poney demostró ser de gran ayuda y Sam sintió gran afecto por él.
Vivía en una casa sombría y mal cuidada escondida detrás de un seto espeso, la última casa de la villa. Al partir de Bree, despidió a Trancos y los hobbits con muy malas maneras, hasta que Sam le golpeó en la nariz con una manzana.
Tras una frustrada invasión en Bree en la que participó del lado de los intrusos, fue expulsado y pasó a La Comarca, con tareas de vigilancia en el puente del Brandivino. Allí recibió nuevamente a los cuatro hobbits a su regreso, pero acobardado por el brillo de las espadas, quiso escapar, recibió una coz de Bill (el Poney) y con un alarido se perdió en la noche, y nunca más volvió a saberse de él.